—Mira a tu alrededor.
—Sí, la plaza de la Farga. ¿Por qué me has traído hasta aquí?
—Pues porque aquí se encontraba la herrería de Ignacio Marqués y que doña Isabel vendió para dar el dinero a la Sagrada Familia.
Un gesto curioso trasladándose en el tiempo, imaginándose la chimenea, los hornos, los martinetes y un montón de trabajadores yendo y viniendo.
—Solo se conserva el nombre de la plaza sin que ningún vecino sea consciente de la importancia que tuvo este lugar para la ciudad.
Era aquí donde se levantaba aquella chimenea que veía a lo lejos el cantero que pulía aquella primera piedra que se colocó en el templo. En realidad, la herrería era mucho mayor, pero esta plaza es el único recuerdo que queda hoy.