—Usted dirá.
—Sí —carraspeo gutural provocado por los nervios—, estoy realizando una investigación… sobre un hombre que murió hace más de un siglo. Se llamaba Ignacio Marqués y Bolet.
La cara de la trabajadora reacciona. Mujer atractiva, rubia… no… castaña… rosacastanya, que transmite serenidad en consonancia con los temas que suele tramitar. No me imagino a un psicópata inquieto tratando con un hombre que acaba de perder al padre a causa de una sobredosis de anfetaminas.
—¿Y cuál es el motivo de la solicitud. Estas informaciones están reservadas a los familiares.
Resoplo con cierta vergüenza al tener que confesar mis obsesiones. Son un par de minutos los que dedico a contar mi devoción por Gaudí y el hallazgo del cementerio de Montjuïc, un panteón que, probablemente, pertenece al hombre que busco, clave en la construcción de la Sagrada Familia.