La Sagrada Familia no es un templo construído por la Diócesis de Barcelona, sino por el impulso de la Asociación de San José y de su fundador, Josep M. Bocabella.
Las obras se vivieron desde el obispado con la indiferencia que corresponde a un edificio que no les pertenece, incluso con simpatía, no siendo ellos quienes la financiaban.