Pocas cosas me apasionan tanto como Gaudí y ver como como crece cada día la Sagrada Familia. No se trata de una cuestión religiosa sino pasional. Más de 150 personas me acompañaron paseando por las obras principales de Gaudí en Barcelona:
Colaborando en el programa ‘La ciutat’ de Onda Cero desvelando secretos de Gaudí:
También en alguna aparición televisiva:
Y disfrutando en conferencias:
Y esta pasión la he encauzado con dos novelas, un ensayo y otras más esperando turno, y divulgación constante en redes sociales sobre historia del templo y su construcción actual.
Hablar de la historia es tan interesante como a menudo aburrido. Debemos conocer el pasado para entender el presente y es eso lo que pretendo, pero siempre de forma entretenida y amena.
Ya lo decía el Dalai-lama… ‘la sonrisa es un arma’, un arma que abre los sentidos y predispone a nuestros interlocutores.
¿Pero qué es lo que me llama tanto la atención de la Sagrada Família?, se preguntará astutamente alguno de ustedes.
El motivo no es otro que la fascinación de ser testigos de un proyecto de cinco generaciones al que tenemos el privilegio de asistir siendo quienes la verán finalizada.
En mi profesión estoy obligado a lidiar con proyectos de meses de duración, como mucho un año. Convivo con riñas, rencillas, dimes, diretes, chafarderías de café… ninguna de ellas inocente, todas con segundas intenciones. ¿Si esto pasa en un pequeño proyecto, qué no sucederá en uno que carga 135 años a sus espaldas? Ha habido genios y malvados, maestros y peones, paz y guerra, obras e incendios, vidas y muertes, conspiraciones… ¿Qué más se puede pedir? Díganme otro proyecto hoy día que sea comparable a este.